Correr un maratón es, para muchos, el símbolo máximo de la superación personal. Son 42,195 kilómetros de esfuerzo físico y mental que representan meses —a veces años— de preparación. Sin embargo, detrás del entusiasmo, la medalla y la foto en la meta, existe un lado menos visible y muchas veces ignorado: el riesgo real de lesiones graves e incluso la muerte.
Aunque estadísticamente los maratones son seguros, el esfuerzo extremo al que se somete el cuerpo humano durante estas carreras puede tener consecuencias serias. Según estudios médicos, las lesiones musculo-esqueléticas son las más comunes entre los corredores, especialmente aquellas relacionadas con las rodillas, tobillos y tendones. Problemas como la fascitis plantar, síndrome de la banda iliotibial o fracturas por estrés afectan a una proporción significativa de participantes, sobre todo entre los aficionados que no cuentan con una planificación de entrenamiento adecuada.
Pero más allá de las lesiones físicas, lo que más alarma a la comunidad médica y deportiva son los casos de fallecimientos en maratones, aunque sean poco frecuentes. La mayoría de estos decesos están relacionados con problemas cardíacos súbitos, como la miocardiopatía hipertrófica o arritmias no diagnosticadas. También se han registrado casos de hipertermia, deshidratación extrema y desequilibrios electrolíticos que, si no son tratados a tiempo, pueden ser fatales.
Uno de los grandes problemas es que muchos corredores subestiman los riesgos o se sienten presionados a terminar la carrera a toda costa, ignorando señales claras de alarma como mareos, dolor torácico o fatiga excesiva. Además, en carreras con altas temperaturas, la combinación de esfuerzo prolongado, pérdida de líquidos y la dificultad de regular la temperatura corporal puede ser peligrosa, incluso para corredores bien entrenados.
Por fortuna, los organizadores de maratones están cada vez más conscientes de estos riesgos. Se han reforzado los sistemas de asistencia médica en ruta, se promueve el control médico previo y se insiste en la necesidad de un entrenamiento responsable. Aun así, la responsabilidad última recae en el corredor. Escuchar al cuerpo, conocer sus límites y priorizar la salud sobre el rendimiento son claves para disfrutar de la experiencia sin poner la vida en riesgo.
Correr un maratón es una hazaña admirable, pero como en todo deporte de resistencia, es fundamental recordar que el verdadero triunfo es cruzar la meta sano y con la posibilidad de seguir corriendo muchos kilómetros más.