Esta semana ha muerto en la cima del Annapurna, en el Himalaya, el alpinista español Tolo Calafat. Se está escribiendo mucho sobre este tema, y se está criticando algunas acciones o declaraciones efectuadas por los protagonistas de esta historia.
Se critica a Juanito Oiarzábal por haberlo dejado en el descenso al campo base 4, por haber hecho cumbre a las 4 de la tarde (increible en alta montaña por la cercanía del atardecer), también a la expedición de la coreana Oh Eun Sun por no querer subir a buscarlo. Incluso el mismo Juanito declaró que si cogía a la coreana le arrancaba la cabeza.
La situación era dramática, se les había hecho de noche, y Oiarzábal y Carlos Pauner presentaban síntomas de congelación y principio de ceguera. Estuvieron esperando dos horas y media, llegando al campo 4 a medianoche, deshidratados y destrozados. Incluso una cuerda fija que habían dejado en la subida para poder hacer la bajada más rápida había desaparecido.
Es preferible evitar las críticas sentado delante de un ordenador en el confort de una vivienda. Cuando se está a 8.000 metros, con la climatología adversa, cayendo la noche y necesitas respirar tres veces para dar un paso, no se piensa de igual forma que al nivel del mar. En esas condiciones cada uno intenta ir a su ritmo, y la comunicación es escasa. El que va a allí, también sabe, que una operación de rescate es muy difícil, el Himalaya no son los Pirineos.